martes, 7 de junio de 2011

Se ve todo con extrema claridad pero... no se entiende nada


La llamaban la Avenida de los francotiradores. Pero en realidad era una de las tantas que servían de tiro al blanco humano durante aquella pesadilla que el mundo conoció como la Guerra de Bosnia o de los Balcanes.Ahora, parada en esa avenida en la que pasan parsimoniosos los autos y tranvías, Sanja, una maestra croata de 30 años, piensa en el día en que los serbios sitiaron la ciudad. Señala las montañas -ahora tranquilas y luminosas que rodean Sarajevo y dice: "Por ahí vimos aparecer la bocas de los tanques, los morteros y los cañones antiaéreos: 800 en total. Desde aquel momento sólo llovió fuego".El sitio comenzó en abril de 1992. La peculiar disposición de los Balcanes permitió eso: que la ciudad quedara expuesta, sin la menor protección, al campo visual de francotiradores y soldados enviados por Slodoban Milosevic. Aún hoy, con el 80% de la ciudad reconstruida con la ayuda internacional, las cicatrices de la peor guerra civil de fines del siglo XX se ven por todas partes. En el viejo mercado de frutas y verduras, por ejemplo, donde un misil serbio mató a 57 bosnios en 1994, un inmenso mural rojo, con cada uno de los nombres, pide: "Reza por ellos y no dejes de contar a otras gentes lo que pasó en Sarajevo". O lo que era el Comité Central socialista del que sólo queda un enorme esqueleto incendiado. O la biblioteca de estilo morisco, con su estructura intacta pero devorada por el fuego en su interior por lo que se han perdido para siempre documentos antiguos, libros e incunables: un daño cultural irreparable.Por el sitio, los bosnios no tenían agua ni luz, no recibían alimentos ni medicinas. Fueron cuatro años de frío, hambre y padecimientos. "El parque se quedó sin árboles por la desesperada demanda de leña", recuerda Dino, un veinteañero con tardío acné adolescente pero mirada de adulto."En invierno teníamos 20 grados bajo cero. En casa llegamos a quemar libros y fotos para calentarnos un poco. Recuerdo cómo mi madre lloraba porque no sabía de qué recuerdos deshacerse.Cuando empezó la guerra, tenía un solo año de escuela. Nos juntábamos en el sótano de cada edificio (que también era refugio antiaéreo) y recibíamos clases. Tuvimos que aprender siete tipos de sirenas distintos: por bomba, por bomba nuclear, por francotirador, por gas, por armas biológicas, por ataque aéreo? y otra que ya no recuerdo. Había dos cosas a las que les tenía más miedo: ir a buscar agua y confundirme los sonidos de las sirenas.¿Ir a buscar agua?Sí. Teníamos hambre y mucha sed. Los chicos acarreábamos el agua desde el río o la montaña y zigzagueábamos las balas. Una vez llevé 15 litros sobre la espalda por varios kilómetros".Quien ve a Dino tan alto y flacucho no puede creerlo.Sin duda, los francotiradores eran la peor pesadilla. "Había gente haciendo cola para cruzar un espacio abierto. Cuando es tu turno no puedes dudar. Cuanto más esperas más preparado estará el francotirador. Uno además quiere separarse del miedo que transpira esa multitud que espera. Corres. El miedo es como una bola de acero que te muele las tripas. La sangre te palpita en las sienes. Los ojos apenas ven un par de metros adelante. El silbido de las balas te sigue detrás. Y cuando llegas al otro lado la oleada de adrenalina es tan intensa que se ve todo con extrema claridad pero no se entiende nada", describe el notable escritor bosnio Aleksandar Hemon en La cuestión de Bruno uno de los mejores libros sobre esa tragedia.¿Cómo se precipita en tan pocos años un odio como ése entre pueblos que convivieron pacíficamente por décadas? Hay varias explicaciones. Una dice que el odio estuvo siempre latente por ser la ex Yugoslavia un engendro de laboratorio, unido sólo por el capricho de las potencias triunfadoras en la Primera Guerra Mundial en el Palacio de Versalles. Pero esa bomba de tiempo dormida podía no haber despertado nunca. ¿Qué activó la enemistad nacionalista y el enfrentamiento interétnico e interreligioso en un país oficialmente ateo?Los líderes, deseosos de regir sobre un territorio propio aunque fuera pequeño fueron sin duda uno de los principales promotores. Pero también el ejército, la Iglesia y los medios de comunicación alimentaron la hoguera del separatismo.En su libro Nacionalismo y etnicidad el sociólogo bosnio Bogdan Denitch explica cómo los líderes fomentaron desde el Estado las nociones -inexistentes durante el socialismo- de nacionalidad vinculada con religión. "En los 90, tanto las iglesias como los nacionalistas trabajaron incansablemente para hacer coincidir religión e identidad étnica. Una vez tuve que contestar una encuesta y una de las preguntas era ´ ¿Cuál es su religión?´ Yo dije: Soy ateo. Y el encuestador me contestó: Ya sé que todos los malditos intelectuales son ateos ¿pero es usted un ateo católico, ortodoxo o musulmán? Quiero saber su nacionalidad.Antes eso no era así.". Los medios por su parte ejercieron una presión inmensa. "Mis amigos croatas -continúa Denitch- eran bombardeados por las imágenes de serbios incendiando ciudades en la Segunda Guerra Mundial. La TV de ambos lados mostraba repetidamente imágenes horrendas de cuerpos asesinados y mutilados en vívidos colores. En 1992, los psicólogos infantiles de la ex Yugoslavia manifestaron que los niños mostraban signos de neurosis colectiva.""El ejército yugoslavo, al mando de los serbios, también contribuyó a acelerar la desintegración. En cuanto percibió que sólo podía asegurarse los salarios, las categorías y los privilegios por su propio poder y por sus actividades militares fue el primero en querer actuar contra la iniciativa separatista de Eslovenia y Croacia y luego, contra Bosnia Herzegovina". Obviamente, estas acciones eran funcionales a un líder ambicioso como Slodoban Milosevic.En Mostar, bellísima ciudad capital de Herzegovina famosa por su puente, esto llegó a puntos de gran bajeza. Impacta ver, en la calle Santic, toda la línea de edificios, de una vereda y de otra, como ruinas ennegrecidas. Vecino contra vecino, el frente de batalla era la calle misma: de un lado musulmanes, de la vereda de enfrente croatas. El mismo puente sobre el río Neretva, orgullo de la ciudad por su elegancia y su perfección, diseñado en 1566 por el arquitecto otomano Mimar Hayruddin y ejemplo de avanzada tecnológica para su época, fue bombardeado sin piedad. Lo reconstruyeron las fuerzas internacionales; re-inaugurado por Carlos de Inglaterra en 2004 y catalogado por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.¿Cómo se sobrevive a esto? Zijad Jusufovic, de 38 años, con un desaliño personal que se parece mucho al de un hombre deprimido dice que no se puede olvidar. "Lo peor fue perder amigos y amores. Ver a mi sobrinito sin piernas. ¿Lo mejor? Cuando dejábamos el odio de lado y musulmanes y croatas nos juntábamos en el medio de la línea de fuego a tomar café, fumar y hablar de los buenos viejos tiempos. Eso sí, una hora después volvíamos cada uno a su respectiva posición a matarnos entre nosotros. Siempre estábamos con hambre, con sed, a oscuras", continúa Zijad que fue combatiente musulmán durante el sitio de Sarajevo."Uno se va degradando poco a poco. Te vas acomodando cada vez a situaciones más humillantes. ¿Y qué te queda? El arte."Fue reconocido mundialmente cómo, en esa guerra civil, el humor y la cultura, fueron para los bosnios una tabla de salvación contra el asedio. "Organizábamos obras de teatro, conciertos, competencias. Esperábamos las noches de niebla por los francotiradores". Dijo esto cuando estábamos frente al edificio blanco del teatro reconstruido. La plaza que lo rodea lleva el nombre de la escritora norteamericana Susan Sontag. "Esto era puro escombros. Acá, Sontag, desafiando todos los peligros, puso en escena la obra de Samuel Beckett Esperando a Godot y eso nos hacía sentir personas", dijo con emocionado agradecimiento.Inmediatamente recordó: "Hacíamos cualquier cosa por sentirnos vivos. Una vez, hartos de la oscuridad, montamos un generador eléctrico casero con una bicicleta, en el living de una casa. Uno de nosotros pedaleaba y pedaleaba para generar energía. Y el resto bailó la noche entera con la música de la radio... Ahhh... en medio de tanto desastre, un poco de clima..."¿Y el humor? A la orden del día. Cuenta Sanja: "Los serbios bombardearon el aeropuerto y no dejaron piedra sobre piedra. Había un escritorio debajo de una carpa y lo demás todo a la intemperie. Riéndose del propio drama y de la competitividad capitalista, un bosnio colgó el siguiente cartel: Aerolíneas Quizás. Señor pasajero si usted no está conforme con nuestro servicio puede buscar algún otro aeropuerto". "Otro cartel famoso -agrega Zijad- era el del túnel". Durante el sitio se construyó un pasaje secreto de 800 metros, desde una casa hasta el aeropuerto. Todavía está y puede visitarse. Por ahí huyeron en 3 años, más de un millón de bosnios. Llevaba 25 minutos recorrerlo y en la mitad, la gente se encontraba con una señal de tránsito que parecía verdadera y decía: "París 3.850 Km". Sarajevo, ciudad bisagra, un poco europea y un poco turca, siempre fue protagonista de la historia. Por sus calles pasaron todos los ejércitos de Europa. Fue codiciada por Roma, conquistada por Napoleón en su marcha a Rusia, fue capital para el poderío otomano y centro de poder, después de Viena y Budapest, del imperio austrohúngaro.Allí, en 1914, nació el Siglo XX, cuando en el boulevard que bordea su río, el Miljacka, fue asesinado el archiduque Francisco Fernando. Hoy una placa recuerda cómo se desencadenó la Primera Guerra Mundial aquel 28 de junio. A metros de allí, sobre la avenida Titova, una llama eterna honra a los partisanos del líder tercermundista Josip Broz alias Tito que derrotaron a las tropas de Hitler. Y al concluir el siglo, Sarajevo fue otra vez centro y símbolo de un hecho histórico: la desintegración socialista y la violencia fratricida por la separación.Pero aun con sus cicatrices sigue siendo una ciudad llena de vida. Bandadas de jóvenes vestidos a la moda andan por las calles o por algunos de los 35 puentes del río Miljacka (en bosnio querido con el corazón). Palacios y grandes jardines se mezclan con un paisaje natural de gran belleza. Ni el patrullaje permanente de los ejércitos de paz o los jeeps de la Eurofor opacan su encanto. En toda Bosnia Herzegovina, de las 4.700.000 personas que había, 200.000 murieron y 1.000.000 se fueron al extranjero. Hay bosnios en 112 países distintos. Las remesas que mandan son uno de los puntales de la economía, junto al turismo (todavía escaso) y la ayuda de la comunidad internacional (que se va mayormente en sostener ese fenomenal aparato burocrático que la misma comunidad internacional ha creado cuando terminó la guerra con el acuerdo de Dayton en 1995).De los que quedaron un 70% son musulmanes, un 15% croatas y otro 15% serbios. Pero no se ven las diferencias. No hay barbas ni mujeres con velos sino chicas en jeans ajustados y muchachos con aritos y pelo engominado como cresta de gallo. Por la falta de empleo (45% de desocupación y mucho trabajo en negro donde se paga 200 euros al mes) sólo se ve gente muy vieja o muy joven. La muchachada estudia en la prestigiosa Universidad de Sarajevo pensando en emigrar.Entre los jóvenes, diez años después de terminada la guerra civil, sucede un fenómeno curioso: en toda la ex Yugoslavia crece la admiración por Tito. Chicos y chicas ponen, en sus celulares, himnos guerrilleros como "ringtones", instalan fotos del líder en la pantalla de las computadoras y tienen hasta un lugar para su veneración: el supermoderno Café Tito de Sarajevo. Jóvenes empresarios levantaron a orillas del río este santuario laico donde, entre ginebras y café, viejos partisanos relatan, por pedido de los jóvenes, historias de la liberación de Yugoslavia y de la era socialista cuando el desempleo era del 2% y había educación y seguro médico para todos. Fotos de Tito (con Kennedy o Castro, en París o en Berlín, con la Loren o entre multitudes que lo vivan) adornan el lugar sin olvidar --¡al fin y al cabo esto es capitalismo!?la venta de merchandising.¿La de Tito fue una época dorada? Sí, para todos los ex yugoslavos ¿Quieren volver al socialismo? ¡Ni soñando! Contradictorios pero orgullosos de su historia, los bosnios no quieren, pero temen repetir esta guerra civil con sus matanzas, destrozos, metrallas, campos de violación, pueblos incendiados y hambrunas. Por eso alimentan la memoria.En cada negocio, en cada escuela hay placas de bronce con los nombres de sus muertos. Y en las calles y veredas, a propuesta de los artistas plásticos bosnios, hay unas manchas escarlatas incrustadas en el suelo.Son "las rosas de Sarajevo", setenta en total, que marcan los lugares exactos donde hubo al menos siete muertos por el fuego enemigo.



Setenta lágrimas de sangre que recuerdan el horror.



Telma Luzzani

2 comentarios:

  1. Magnifica semblanza. Enhorabuena por el post. Siquiera apuntar que, para ser completa, hubiera sido apropiado decir que esta columna fue escrita por Telma Luzzani el 5 de junio de 2005 en el diario argentino el Clarin (http://edant.clarin.com/diario/2005/06/05/sociedad/s-989508.htm).

    Alguien podria pensar que la ha escrito el Sr. Madina.

    Un saludo

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  2. Exacto, completamente de acuerdo con el anónimo.
    No vaya ser que alguien piense que el autor es un condenado por plagio, como un perez reverte cualquiera.
    Muchas gracias

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